El escritor estaba sentado frente a esa hoja en blanco, el
sólo quería sentir las palabras pasar a través de sus dedos, a través de su
mente. Pero algo extraño le ocurría, el tenía las manos tan quietas como si ya
le pertenecieran a alguien muerto, parecía que esta vez no habría señales de
los dioses para que le orientarán en la dirección correcta y el necesitaba
saber qué se sentía tocar de nuevo la inspiración, aunque sólo sea por un
momento...
Con un recorrido de sangre a su cerebro, el recordó a la
mujer de rubio cabello y de cómo los brazos de una fuerza cósmica se lanzaron
sobre su tierna y femenina mirada; el noto como todo su rostro se ilumino pero la tragedia del momento era que el amaba a
las palabras más que a la mujer que le inspiró a escribir…
Dicen que en
algún momento, tienes que elegir entre la vida y la ficción. Las dos están muy
cerca, pero nunca se están tocando realmente. ¿Y si el propósito de la ficción
siempre ha sido combatir la soledad? Ese fue el momento en el cual él escritor
se dio cuenta que ella solo le ayudó a dar un giro y levantarse de nuevo sin
mirar hacia atrás todo el tiempo. Ella había hecho lo que pudo, lo mejor que pudo. Eso es todo
lo que podía pedirle a una persona…